Iniciamos esta reflexión, aún con el Covid-19, aunque la mayoría de la población está vacunada, nos sigue afectando. Esta pandemia ha mostrado nuestra fragilidad y vulnerabilidad, que no existen fronteras y que se tiene que acabar con ella a nivel mundial si queremos controlarla.
A todos afecta, no sabe de ningún tipo de diferencias, ni económicas, religiosas, raciales, continentes… a todos llega, somos la familia humana.
Nos hemos preguntado por el sentido de la vida, por el dolor, la soledad y la muerte y hemos visto la urgencia de cuidarnos todos, a nivel personal y al que está a nuestro lado, al conocido y al desconocido. Hemos descubierto la riqueza de las pequeñas cosas, de los sencillos signos que hacen crecer la amistad y fraternidad.
Hemos descubierto la riqueza de tener unas relaciones interpersonales sanas y también hemos experimentado situaciones que nos han puesto al límite de lo humano, que nos han llevado a agotar todas las reservas, y nos han abocado a la ruptura, a las heridas, a las distancias, a envolvernos en el mal y, por tanto, a la necesidad de rehacer relaciones, a la misericordia y al perdón.
Perdonar no es fácil, pero es lo mejor para ti. El perdón es un proceso de liberación basado en la compasión y la aceptación.