Hoy, podemos encontrar a muchas personas apasionadas por un club de futbol, por aventuras de todo tipo, por tal líder musical…, pero no tantas apasionadas por la justicia, por la fraternidad, por los demás, por los pobres, por Dios.
Me refiero a Jesús de Nazaret, a quien Dios ungió con Espíritu Santo y poder. El pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el demonio, porque Dios estaba con él. Nosotros somos testigos de todo esto que hizo en el país de los judíos y en Jerusalén (Ac 10,38-39), proclama el apóstol Pedro en casa de Cornelio.
De eso se trata: de querer ser testigos apasionados por hacer el bien, HOY, como Jesucristo. Pero hemos de ser conscientes que esta pasión por el bien, por la justicia y por la paz, que tienen su fuente en el amor de Dios manifestado en su Hijo Jesús, comporta asumir una dosis más o menos grande de pasión, en el sentido de cruz, de adversidad, de contrariedades, de renuncias, que comporta todo compromiso movido por el amor y el servicio. Una propuesta que se aleja de los manuales de autoayuda, que se centran en el yo y la autorealización. Paradójicamente, centrados en el bien de los demás y de la casa común, saliendo de nosotros mismos, es cuando se nos regala el don de la vida plena, que es siempre vida compartida, vida en comunión.
Los objetivos y los medios que nos planteamos este curso, fieles a lo que nos marcamos en el Consejo, quieren ayudarnos a vivir y a crecer en esta experiencia. También quiere enmarcarse en esta dinámica el trabajo de iniciación de cada una de nosotras de cara a personas cercanas, con la ayuda de la Guía práctica de la iniciación a ACO (presentada el curso pasado), y que invitamos a tener bien presente en nuestra acción. Esperamos que el centenario de la JOC que estamos celebrando este año sea también un estímulo para revivir esta pasión por hacer el bien. También puede ayudarnos el año jubilar de toda la Iglesia, que nos invita a vivir como peregrinos de esperanza, con un talante sinodal.