La Jornada General pasada tuvo un momento especialmente emotivo cuando Pepe Rodado llevó a la mesa de la Eucaristía el nombre de los fundadores de ACO y seguidamente pudimos oír el nombre de algunos de los militantes que han muerto en el transcurso de las últimas siete décadas, recordados por todos aquellos que, espontáneamente, les mencionaron. “Que la esperanza le llene de alegría”, el lema de este curso, tomó todo el sentido.
Previamente, la benedictina Teresa Forcades nos dio pistas para este curso al desentrañar el capítulo 12 de la carta a los Romanos (de donde sale el lema): la alegría es esperanza, no se puede ser cristiano sin estar alegre (aunque que puede haber tribulación) y hablemos no de la alegría de quien tiene, sino de quien no tiene y espera. Forcades también nos desveló cómo san Pablo habla de la caridad fraterna y que en el amor la sinceridad es esencial.
“El corazón de la fe y del Evangelio, ACO en medio de muchas dificultades, sufrimientos y vacilaciones, lo ha sabido ir sacando adelante todos estos años”, nos decía Josep Hortet. Pero no queremos que este 70 aniversario del movimiento sea para sacar pecho, al contrario, debe servir para afianzarnos en el agradecimiento (a los que nos han precedido) y en la responsabilidad (para continuar en la misión de llevar el Evangelio en la clase obrera). «La acción y el compromiso es lo que revela qué es la persona», decía Oriol Garreta en un diálogo entre consiliarios que se grabó en vídeo. Y, ciertamente, es así, la carta de Jaime (2,14-17) nos lo recuerda y por eso el actuar en nuestras revisiones de vida es tan revelador.
Es cierto, como dice el consiliario Jaume Duch, que “la letra y la música son diferentes”, la sociedad que nos toca vivir es muy diferente a la de la década de los 50 y 60, cuando ACO daba los primeros pasos. La clave, antes y ahora, es «arraigarse en la realidad». Y eso debe llevarnos a hacernos preguntas de grosor, como planteaba Imanol Zubero en la inauguración del curso de Cristianismo y Justicia: el sociólogo vasco nos hacía ver el error de representar al capitalismo como una escala meritocrática. “Esto nos hace estar tranquilos por la sensación de que todo el mundo puede subir los escalones de los privilegios. Pero más bien se trata de una pirámide sin escalones: los de arriba sólo nos aguantamos si tenemos una gran base debajo.”
Si nos decimos seguidores de Cristo y un rasgo de la fe es que “desinstala” (como dijo Teresa), deberemos hacer caso a nuestros consiliarios veteranos cuando invitan a ACO del siglo XXI a implicarse más radicalmente en el mundo del trabajo, en el de la inmigración y de los refugiados, en definitiva, en aquellos ámbitos en los que nuestros hermanos se lo están pasando peor. «Si alguien está en una estructura capitalista donde puede empezar a hacer cambios, que lo haga», nos retó Zubero.