Analizamos el fenómeno que convierte un destino en producto y provoca movimientos masivos de personas que generan impactos de todo orden
Salva Clarós, responsable de política sectorial de CCOO de Catalunya
¿Qué es la turistización?
Antes que nada el turismo es un fenómeno social y económico que va ligado a unas sociedades industriales desarrolladas que generan excedentes en forma de ahorros familiares, tiempo libre y vacaciones. También es el resultado de la globalización propiciada por el gran desarrollo de las infraestructuras viarias, puertos y aeropuertos, y la digitalización. Así mismo hay que decir que la gran movilidad de las personas a escala planetaria se explica por la asequibilidad de la energía relativamente barata para viajar a grandes distancias con la aviación low cost porque las compañías aéreas no están obligadas a pagar una tasa por el queroseno, a diferencia de otros sectores de la economía según el principio de que quien contamina paga. Un informe de hace un año cuantifica en 700 millones de euros el impacto que podría tener en el PIB catalán la introducción del impuesto al combustible de la aviación. Según este informe, se reduciría el gasto turístico en unos 1.000 millones de euros y provocaría una caída de puestos de trabajo en Cataluña.
Los negocios diversos entorno al turismo como las líneas aéreas, la hostelería, el comercio, la restauración y las actividades de ocio, entre otras, han conseguido una gran importancia en nuestra economía, representando alrededor del 12% del PIB catalán. Expongo inicialmente un estado de la cuestión para entender mejor, de manera reflexionada, la dimensión del sector y su importancia en la riqueza generada y puestos de trabajo, que ayuda a entender el porqué en el contexto de crisis ecológica y climática tenemos tanta dependencia del turismo a la vez que de ello hacemos aspavientos.
El turismo no ha parado de crecer en el mundo a excepción de los años de la pandemia. Según la Organización Mundial del Turismo (OMT) en 2023 se registraron en el mundo cerca de 1.500 millones de llegadas de turistas internacionales. La actividad turística superó los 9,5 billones de $US y es responsable de la creación de 300 millones de puestos de trabajo entre directos e indirectos.
España es el segundo destino turístico mundial con más de 80 millones de viajeros y cerca de 477 millones de pernoctaciones (año 2023) entre hoteles, albergues, campings y apartamentos. Cataluña, con 18,2 millones de turistas extranjeros (Generalitat de Catalunya, 2023), es el principal destino del Estado en volumen de turistas y también en gasto total. Durante el año 2024, Barcelona, que es la primera marca turística catalana, ha recibido 12,6 millones de turistas alojados en los establecimientos turísticos de la ciudad y 37 millones de pernoctaciones. De estos viajeros, la mayor parte (82,7%) son turistas de procedencia internacional que llegan en avión y un 25,7% de los cuales se han alojado en una vivienda turística. Esto sin tener en cuenta los alojamientos irregulares o ilegales.
Queda claro que el fenómeno de la turistización, el interés por convertir en turístico un lugar determinado, un valor cultural o un producto concreto, es diverso, principalmente económico, y provoca movimientos masivos de personas que generan impactos de todo orden. Por ello el concepto de la turistización ha ido tomando en los últimos años una connotación negativa y han aflorado movimientos sociales de rechazo, pero también de apoyo porque hay mucha gente que vive de él.
El turismo en Cataluña
Cataluña es un destino turístico igual que otras regiones y ciudades mediterráneas. El turismo llamado de sol y playa es el de las personas que buscan hacer las vacaciones en un clima templado, con mar y paisaje, al que se añade el elemento cultural, gastronómico y una infraestructura de alojamientos. El turismo en Cataluña no es solo de sol y playa, también es urbano, de congresos, cultural, rural, deportivo (como la Fórmula 1 o la Copa América, el Barça, entre otros).
La ciudad de Barcelona se añadió al movimiento turístico de masas a comienzos del siglo actual con la modernización de la ciudad, la construcción de infraestructuras como la ampliación del puerto y del aeropuerto, las dos grandes puertas de entrada de viajeros, y un gran crecimiento también de oferta hotelera. En 2012 Barcelona era ya el principal destino turístico de Cataluña con el 44% del total de los viajeros. Todo ello hace que Barcelona tenga en la actualidad una afluencia turística regular durante todo el año que está generando tensiones en localizaciones concretas como en el barrio de Ciutat Vella. Unos niveles de saturación que exigen una reconsideración profunda. No obstante, en algunas comarcas del interior el turismo representa una de las pocas opciones —si no la única— para mantener la población.
Si hablamos de la turistización como un fenómeno relevante es por la importancia de los cambios que está provocando en la economía, el comercio, el sector de la vivienda y la cultura, además de los impactos ecológicos que comporta el incremento temporal muy notable de población en el territorio. El turismo se convirtió en el sector refugio de la economía en el escenario de la crisis financiera de 2008. La paralización del sector inmobiliario fue importante, con excepción de la construcción de hoteles. El descenso repentino del sector de la construcción se compensó relativamente con el aumento de ocupación del sector turístico que, en general, crea puestos de trabajo poco cualificados y mal remunerados. Los salarios del conjunto de subsectores turísticos estarían un 23% por debajo del resto de sectores económicos (según el Observatorio del Trabajo y Modelo Productivo). Esta tendencia de nuestra economía a crear ocupación en sectores que tienen un nivel elevado de precariedad por la estacionalidad, bajos salarios y precarias condiciones laborales, que ocupa muchos trabajadores inmigrantes, explica la baja productividad del conjunto de la economía española y catalana.
Impactos de la turistización
Entre los impactos más destacados que se atribuyen, al menos parcialmente, al fuerte incremento de visitantes, hay la grave crisis de la vivienda asequible que ha pasado a ser, según las últimas encuestas, el principal problema que percibe la población. En las ciudades más importantes se está produciendo un traspaso de los pisos de alquiler de residencia habitual a alquiler de temporada demandados por los visitantes. Una parte de estos pisos obtuvieron la licencia de actividad (Barcelona tiene unas 10.000 licencias) pero hay una cantidad parecida que son ilegales. Todo ello ha contribuido a un descenso de la oferta de vivienda con un incremento de precios que llega a generar una verdadera crisis de vivienda.
La elevada demanda atrae, además de pequeños propietarios de pisos turísticos animados por las plataformas digitales como Airbnb y las facilidades de contratación a través de internet, capital de fondos financieros internacionales que están acaparando gran cantidad de inmuebles en Barcelona y otras ciudades de destino turístico. En la actualidad hay ayuntamientos diversos en las ciudades más tensionadas por la dificultad de acceso a la vivienda y la gentrificación, que han comenzado a tomar medidas. No obstante, aunque el problema derivado del gran atractivo turístico de nuestro país ha generado alarma, los gobiernos están tomando tan solo tímidas medidas coaccionados por intereses contrapuestos de ciudadanos, propietarios, empresas que viven del turismo y trabajadores del sector. Las empresas hoteleras se quejan de la competencia desleal de los pisos turísticos que no tienen licencia de actividad y actúan en el mercado negro. El sector patronal, sobre todo de pymes, defiende la afluencia de visitantes porque reportan beneficios económicos al país. Los propietarios se oponen a la regulación de los precios del alquiler. Y así las cosas, el acceso a la vivienda se ha convertido en un grave problema.
La vivienda no es el único impacto. La saturación de turistas en determinadas áreas muy visitadas está teniendo consecuencias muy diversas para la convivencia vecinal, la gran movilidad generada, la substitución del comercio tradicional de proximidad por bares, restaurantes y otros establecimientos enfocados a los visitantes, la congestión del espacio público en entornos determinados de gran afluencia en Barcelona y en las principales marcas turísticas catalanas como la Costa Brava y la Costa Dorada. A estos inconvenientes hay que añadir que la elevada afluencia de visitantes en épocas de vacaciones (algunos pueblos pueden duplicar y triplicar la población censada) transforma completamente el entorno y la vida social, además de generar grandes cantidades de residuos, consumo de agua y electricidad que se tienen que gestionar desde los recursos del país.
Mientras que en pueblos de montaña el turismo rural es deseado y constituye una parte importante del medio de vida de su gente, los destinos de playa padecen una saturación que ha causado grandes impactos paisajísticos y desorden urbanístico: la construcción de hoteles, apartamentos y urbanizaciones junto a las playas; también campos de golf, instalaciones lúdicas, piscinas, además de transformar la línea de costa con puertos deportivos y espigones que rompen los equilibrios de la dinámica costera. Estos impactos son bien visibles en la Costa Brava, el Maresme y la Costa Dorada. En referencia al impacto social y ecológico se tiene que decir que el turismo ha transformado la vida y la economía de muchos pueblos del litoral y ha desmembrado las estructuras naturales que mantenían el ecosistema costero con la construcción de paseos marítimos e infraestructuras que ahora hay que revertir ante de la amenaza de temporales más frecuentes y la subida del nivel del mar.
Por otro lado, se ha apuntado antes, la baja calidad de la ocupación de la mayoría de actividades relacionadas con el turismo como empleados de comercio, camareros y personal de cocina de la restauración, camareras de piso, empleadas de la limpieza, transporte y asistentes diversos, muchas veces contratados indirectamente a través de terceras empresas en un marco de relaciones laborales con los peores convenios colectivos. No es una cuestión menor. El negocio turístico masivo de sol y playa es intensivo en mano de obra a bajo coste que solo funciona gracias a largas y extenuantes jornadas de trabajo de personas que no encuentran otra alternativa laboral. Se tiene que decir que con otras condiciones laborales más dignas y con mejor remuneración desaparecería una parte de la demanda.
Las alternativas
Quede claro de entrada que quien escribe estas notas cree que es necesaria una reconversión del turismo de sol y playa que no puede consistir sino en una reducción de la capacidad y la mejora de la capacidad restante. Objetivamente el actual modelo que propicia la masificación tiene una rentabilidad pública, en forma de renta familiar disponible, bajísima y muy poco sostenible tanto social como ecológicamente. En otras palabras, genera una correlación negativa entre la intensidad turística y la renta disponible.
El turismo catalán se encuentra en una encrucijada que hace necesario optar por un nuevo modelo ambientalmente responsable, socialmente justo, territorialmente equilibrado y reconectado con los elementos de identificación del país. Con esta premisa, el Gobierno de Cataluña encargó en 2023 un estudio sobre el sector para analizarlo a fondo, atendiendo a la petición de algunos agentes sociales que solicitaban un Pacto Nacional por el Turismo. La participación de casi la totalidad de los agentes implicados, con intereses diferentes y propuestas a menudo contradictorias no permitió ir más allá de un documento de síntesis “Compromiso Nacional por un turismo responsable”, que no deja de ser una declaración de intenciones pero sin normativa ni presupuesto. Este Compromiso tiene que ser el plan de transformación hacia un modelo sostenible, con un crecimiento acotado de la cifra de turistas, respetuoso con el medio ambiente y la ocupación del espacio público, con trabajo de calidad y mayor estabilidad reduciendo las consecuencias de la estacionalidad.