[Extraído de la página Facebook del Monasterio de Sant Benet de Montserrat]
Padre nuestro que estás en el cielo.
Padre nuestro que estás en la sonrisa de Oliver, un amigo con síndrome de Down, feliz, aprendiendo a ir en bicicleta por el piso estos días. Que estás en los brotes nuevos de esta primavera que ignora la pandemia. Y en los momentos que nos recordamos y oramos unos por otros. Que estás en la llamada de la doctora del CAP a Conchita para decirle que recuerda con ternura a sus padres que han muerto. Y así va llamando a los familiares de los pacientes que sabe que han muerto estos días. Y que estás en la fuerza misma que Conchita encuentra para volver a empezar cada mañana.
Santificado sea tu nombre,
sea recordada tu presencia amorosa, que hagamos lugar en nosotros a tu amor sin límites, que no te olvidemos, Amor que nos amas a cada una a través de tantos y tantos pequeños y grandes gestos y detalles a lo largo del día.
Venga a nosotros tu reino,
tu manera de amar, tu libertad liberadora, aquel sueño tuyo que quisieras que viviéramos respetándonos unos a otros, ayudándonos mutuamente, colaborando con creatividad, apoyando a la ciencia y las artes, teniendo cuidado de los más débiles.
Hágase tu voluntad en la tierra como se hace en el cielo.
Sí, Dios mío, que el amor expulse a los miedos, que las corazas tiemblen ante la confianza de un niño, que tu bondad acaricie los corazones de las personas que amo y los de las que no conozco, que la Vida estalle en la fragilidad de los intentos de hacer el bien, que la ternura acompañe al sufrimiento y la inteligencia ayude a vivir esta situación con el menor daño posible.
Hoy, hágase, sí, a tu manera Señor, ¡y juntas y juntos saldremos de esta!
Nuestro pan de cada día danos Señor el día de hoy
Danos, hoy, Señor, como el maná en el desierto, la fuerza que necesitan los que trabajan en los hospitales, el consuelo para acariciar a los que lloran, la compasión para acompañar a quienes no aguantan su soledad. Sólo por hoy, Señor, para aprender a vivir cada día como un don tuyo. Sólo hoy para no volver a creer que nos lo podemos montar sin Tí
perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a nuestros deudores,
sí, perdona Señor el miedo que no me deja perdonar y que por eso no me permite recibir tu amor sin medida, perdona Señor no reconocerte como el Padre Bueno que me esperas para poderme abrazar, perdona Señor el miedo que me hace ver a un enemigo donde tengo un hermano, perdona mi rabia y mi odio que mantiene lejos a la gente que más quiero por miedo de amar y sentir mi necesidad de sentirme querida,
y no nos dejes caer en la tentación,
la tentación de olvidarme de Tí, la de cerrar el corazón, la de desconfiar, de desanimarme, la de entrar en el círculo creciente de pensamientos negativos, la de creer que estoy sola o la de responder al dolor provocando más dolor,
líbranos del mal, amén.
Hoy, especialmente, líbra de todo mal a las personas enfermas, a las que sufren situaciones violentas, a las que arriesgan la salud por los demás, a las que están desbordadas de trabajo y a las que no pueden soportar el confinamiento, y a las que ven perder su trabajo y los pocos recursos que tenían.
Hoy, contigo, Señor, ¡sabemos que juntas y juntos saldremos de esta!