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Madrid nevado: Hilo sin fin

Otras mirada al temporal 'Filomena'

Enero 27/Joan Andreu Parra/

[Por Noelia Sánchez Berilio, diócesis de Madrid] "En una tarde helada, en un pequeño pueblo frío, donde todo lo que se veía alrededor era un manto de nieve blanca o el hollín negro de las chimeneas, Anabel encontró una caja de hilos de lana de todos los colores.

Se fue a su casa y se tejió un suéter para ella y también para su perro Nic, y aún así le sobraba hilo.

Tejió un suéter para sus compañeras y compañeros (de clase) y para su profesor, el señor Norman y todavía tenía hilo de sobra.

Hizo un gorro para el señor Martín que no quería ningún suéter y cuando terminó, todavía tenía hilo de sobra.

Tejió suéteres para perros, gatos y otros animales e incluso para cosas que no lo necesitaban (una casita de pájaros, una papelera o una camioneta)

Y el pequeño pueblo comenzó a cambiar…"

 

Fragmentos del álbum ilustrado Hilo sin fin, de los autores: Mac Barnett y Jon Klassen y de la Editorial Juventud.

Este magnífico cuento, tanto por su narración como por su ilustración, es una bella metáfora. Las metáforas y los símbolos han ayudado desde la Antigüedad a comprender mejor el mundo. Y así, muchos relatos de los Evangelios están cargados de simbolismo y metáforas. 

En Hilo sin fin, Anabel y su caja de hilos de colores inacabable, nos ayudan a comprender mejor el concepto de generosidad y cómo las personas se reinventan y hacen posible lo imposible, en situaciones de crisis. Jesús de Nazaret, en Galilea, hace más de dos mil años, con cinco panes y dos pescados da de comer a cinco mil hombres y todavía sobran doce cestos de pedazos (Mc 6,30-44).

Releo de nuevo Hilo sin fin, curiosamente ambientada en un pueblo nevado y, de repente, me doy cuenta de que me ayuda a interpretar de qué manera hemos asumido los retos que nos ha traído esta nevada en Madrid.

Los medios de comunicación informaron, una y otra vez, de las consecuencias del temporal Filomena en este inicio de año 2021, pero muchos de ellos:

. Se olvidaron de poner la atención en las personas y barrios más vulnerables y vulneradas: en la Cañada Real llevaban ya tres meses sin electricidad y sin una respuesta de la Administración frente al corte de la energía y el temporal vendría a agravar la situación de las familias. Os animo a investigar sobre el tema.

. Tampoco mostraron los hechos cotidianos, sencillos, creativos y generosos de las personas, de los colectivos, en los barrios de la gran ciudad. Podemos traer algunos de ellos y sacarlos del anonimato:

Las noticias hablan de 550.000 árboles afectados en la Casa de Campo, uno de los pulmones madrileños, pero nadie hace referencia a Silvia, una profesora de instituto, a su pareja y a sus dos hijos, que la misma mañana del domingo se fueron por Carabanchel a "salvar árboles”. Iban retirando la nieve que sus ramas y copas estaban soportando, para evitar que su peso hiciera que se partieran y cayeran. Igual salvaron 20 árboles. Al día siguiente estaban agotad@s y baldad@s por el trabajo, con “poco cuerpo” para tirarse en trineo o lanzarse unas bolas. Sin embargo, algunos olivos y pinos habían sobrevivido a la nevada.

Los hospitales se quedaron sin el 50 % de la plantilla en la mañana que siguió a la nevada, pero en ningún periódico las protagonistas fueron mis compañeras del hospital: Julia, Pepa, Arancha, Esther… Ellas se ofrecieron a doblar turnos, para cubrir a aquellas que no tenían forma de llegar al trabajo esos días, por no disponer de un metro cercano. Además, algunas de ellas salieron dos y tres horas antes de sus casas para poder llegar al trabajo a tiempo, caminando con la nieve hasta las rodillas.

Durante los días que siguieron a la nevada, no había pan en las tiendas, sin embargo, nadie se ha hecho eco de que una de las panaderías del barrio donó 250 roscones de Reyes a la parroquia para que los repartiera entre familias del barrio. Se formó una cadena de brazos grandes y pequeños, de vecinas y vecinos del barrio para trasladarlos desde la panadería a la parroquia para que unas cuantas familias tuvieran algo para desayunar.

El centro de salud de Lucero, el lunes después de la nevada no pudo abrir sus puertas porque la nieve acumulada a la entrada no permitía la apertura de la puerta corredera de entrada. No llegó a nuestro barrio la respuesta de la Administración. Tuvo que ser, esa misma tarde, el grupo de cuidados del barrio (asociación de vecinos, colectivo de jóvenes…) el que, a través de las redes sociales, convocara y organizara al vecindario para hacer una brigada de limpieza y así, conseguir, que al día siguiente estuviera abierto y dando servicio al barrio.

Hubo poca previsión por parte de las administraciones municipal y autonómica hacia el temporal y también hubo una respuesta insuficiente y tardía después. Son los servicios públicos los que tienen la responsabilidad de gestionar las crisis, pero ante la inoperancia de éstos en estas situaciones, una vez más, surge la generosidad en forma de tiempo, esfuerzo, creatividad, coordinación y organización, por parte de las colectividades e individualidades en los barrios y en los espacios de trabajo. La mayoría de las veces con pocos y sencillos recursos.

¡Cuántas "Anabeles" que siguen tejiendo suéteres sin que se les acabe el hilo! ¡Cuántos cestos con pedazos sobrantes de acción! Porque, en realidad, no había máquinas quitanieves, ni asambleas presenciales para tomar decisiones. Sólo había palas, espaldas y brazos, whatsapp y redes sociales, empatía, compasión y generosidad… Y, sobre todo: hilo sin fin.

Como militantes, poder contemplar y trascender los pequeños-grandes hechos, así como gritarlos en nuestros ambientes, se hace imprescindible para poder seguir evangelizando y construyendo el mundo obrero y cristiano.

[La fotografía la tomó la autora del artículo en uno de los días que salió; la rosa había estado enterrada bajo la nieve y se iba poco a poco descubriendo con todo su esplendor].                                                                          



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