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Ser dignidad o ser esclavitud

La aceptación acrítica de las tecnologías en los centros educativos está completando una transformación del mundo de la enseñanza que pretende la absoluta mercantilización de cuerpo y alma[1]

Puertas abiertas: “¡Yo no soy tonto!

Os preocupa la educación de vuestras criaturas. Perfecto. Pues recorred, como si de un supermercado se tratase, diversos centros de enseñanza que se muestran como productos en competencia. Y es así, gracias a la falsa «libertad de elección de centro», la autonomía de centro o la financiación deficitaria del sistema educativo que, de la mano del cambio ideológico, ha transformado la educación en un servicio individualizado en vez de entenderse como un derecho comunitario.

Y en este mercadeo de alumnado para no perder líneas, en el que los centros miran de marcar un perfil propio y deslumbrar a las familias, juega un papel importantísimo el marketing tecnológico como cortina de humo.

Pósters diseñados con Canva, impresiones de plóters gigantes, material audiovisual grabado con dron, pizarras digitales, robots de Lego, impresoras 3D, ordenadores Toshiba o incluso la oferta de un Chromebook con la matriculación al primer curso de ESO…, son ganchos lanzados a las familias para mantener cuotas de mercado en una estrategia que banaliza la educación y es, ciertamente, poco ética. Y si esta realidad se ha impuesto en la escuela pública, mejor que no hablemos de la escuela privada.

Pero la venta del producto —educativo— va mucho más allá del objeto —tecnológico— y los suculentos ingresos empresariales provenientes de fondos públicos. Esta es solo la punta del iceberg.

La gestión de la cotidianidad, en manos privadas

Tenéis que saber que la gestión diaria de los centros ha virado hacia el tótem de la modernidad y el utilitarismo, dejando de lado otros ingredientes como los aspectos más humanísticos, el contacto personal o la propia brecha tecnológica de familias y generaciones. Así, plataformas online se imponen como canales de comunicación principal con las familias, la entrega de notas o el contacto entre docentes, pero también otros aspectos que van desde el seguimiento de la asistencia, la reserva de espacios, la facturación, los inventarios o la gestión de plantillas, en muchísimos centros educativos.

Otra vez, la falta de recursos humanos y el nuevo marco gerencial impuesto a los centros nos lleva a buscar soluciones aunque estas pasen por hipotecar parte de nuestro presupuesto hacia estos servicios privados como son Additio o Ieduca. Y fijaos si es así que esta última plataforma anuncia en su propia web tener más del «40% del mercado de centros públicos catalanes». ¿Cuánto dinero público tienen que recibir estas empresas? ¿Dónde está el Departamento de Enseñanza?

No podemos separar esta privatización del día a día, en la que tendríamos que incluir también a las personas invisibilizadas y precarizadas responsables de la limpieza, la alimentación o las extraescolares de nuestros niños y adolescentes, de esta nueva concepción gerencial de la escuela, la escuela hecha empresa.

Y hablando de personas invisibilizadas: toda esta incorporación masiva de tecnologías exige un trabajo inmenso de mantenimiento, de software y de hardware, inasumible por el centro, hecho que supone o bien la explotación de la persona docente responsable digital del centro o la contratación de empresas externas…, y más privatización.

El Decreto de Plantillas, conjuntamente con el de Autonomía de Centros y el de Direcciones, impulsan el cambio de modelo de gestión y su mercantilización, en el que todo el mundo compite: el personal docente, los equipos directivos o los propios centros educativos entre ellos, todos bajo la premisa de la productividad. La concepción de la igualdad, la redistribución o la democracia quedan marginadas.

Y ya sabemos que en el caso de la escuela privada (concertada o no) es así, porque es concebida propiamente como un negocio (en forma de fundación o cooperativa que está, además, subvencionada con dinero público) y las familias son solo clientes, pero en la escuela pública también se está dando esta transformación.

Tu criatura requiere de entornos adaptados: ¡compra revolución tecnoeducativa!

Familias, si con alguna cosa no os marearán entre centros es con el entorno de aprendizaje, con esto podéis estar tranquilas. Estimadas familias, el Departamento de Enseñanza (ahora, Departamento de Educación) y las escuelas del territorio hemos decidido hacer omisión de responsabilidad y hemos entregado a Google (filial de Alphabet Inc.) esta faena. Pero no os asustéis por el hecho que una multinacional de la publicidad se dedique a la tarea pedagógica de vuestras criaturas. El sentido filantrópico y ético de esta empresa ha promovido un programa, gratuito y vocacional, para mejorar la enseñanza: Google for Education. Y se ha comprometido a no robar los datos.

Tota la interfaz de trabajo, el correo de Gmail, el almacenamiento en la nube del Drive para poder guardar las elaboraciones propias del alumnado hechas con las herramientas del Workspace como los trabajos hechos con Docs o las páginas web facilitadas por los modelos de Sites, y todo pasando por el canal coordinador del aula virtual del Classroom, están diseñados para «aumentar la productividad y optimizar el trabajo de los alumnos», afirma el monstruo de Silicon Valley.

Desgraciadamente, este no es el único caso de intrusismo del mundo de los negocios haciendo educación: la producción privada y privatizadora en el mundo digital educativo es una inmensa realidad. Lo llaman EdTech.

Y es que vuestra preocupación por la educación de los niños es ciertamente fundamentada, y el mundo ha cambiado mucho desde que vosotros estudiasteis. Pero esto también lo saben las «empresas del negocio de la educación». Así que se llenan las manos y el móvil con anuncios publicitarios de grandes proyectos solucionadores de todos los problemas y que aseguran el éxito educativo de tu hijo y su futuro laboral.

La incorporación masiva de las tecnologías y el mundo digital sirven de palanca para acelerar un cambio metodológico de fondo que requiere ser alimentada. Así, y bajo un bonito paraguas de palabras maltratadas y desvirtuadas como son la inclusión educativa, la igualdad social o la innovación pedagógica, se presentan proyectos que se basan en dos ideas: la escuela como una institución obsoleta y el menosprecio del conocimiento. Las autodenominadas fundaciones educativas y sus gurús lanzan programas y proyectos hipercreativos y estimulantes que promueven un cambio de paradigma educativo y que incluyen el mentoring, el coaching emocional, las alianzas y los partners, el gaming…, y una infinidad de innovaciones… que provienen del mundo empresarial y que tienen por objetivo la obtención de productos en detrimento de procesos (sociales, culturales y cognitivos).

Un ejemplo de estos es la Escola Nova 21, impulsada por la Fundació Jaume Bofill, que se autoproclamaba como «alianza para un sistema educativo avanzado». El dinero inyectado por CaixaBank y compañía no fue efectivo y el resultado, sí, fue un fracaso que no permitió desacreditar el sistema educativo catalán. Ahora lanzan Magnet, un programa que propone a los centros una «alianza para el éxito educativo».

Otro ejemplo de sello de calidad educativa cool, es la Alianza STE(a)M, un programa de innovación de impulso de las vocaciones científicas (S), tecnológicas (T), ingenierías (E) y matemáticas (M), en especial de las mujeres. La (a) es de Arte, sirve como maquillaje pero no interesa demasiado, la verdad. Veremos qué resulta en Catalunya de la STEAMcat, pero si accedéis a la web oficial del Ministerio de Educación y visitáis el «Quiénes Somos» veréis que no falta ni una: la banca, las energéticas, las informáticas, las telecomunicaciones…

Privatización del sentido de la escuela: el alma

Fijaos como la llegada masiva de tecnología a la escuela ha implicado una privatización estructural del sistema al dictado de los grupos inversores: la educación es entendida como un bussines point center.

El Departamento de Educación inyecta millones de euros (200 millones solo este año) en la patronal de la informática bajo el concepto de digitalizar la educación, pero a la vez los centros nos vemos obligados a la contratación de servicios externos para todas aquellas cuestiones estructurales. Así pues, y tal como hemos comentado anteriormente, perdemos los entornos virtuales y la gestión de los propios centros.

Y se acaba dando la paradigmática contradicción que aquel espacio de “formación para la paz, el respeto a los derechos humanos, a los seres vivos y al medio ambiente”, que según la LOMLOE tendría que ser la escuela, está ocupado por un conjunto de transnacionales de la digitalización que son unos de los grandes violadores de la justicia mundial[2] (como mínimo, tienen vínculos).

Pero la privatización no es solo de la escuela. Es, sobre todo, del sentido de la escuela.

La escuela no es concebida como una institución central para conseguir una sociedad justa y equitativa, no es un lugar de transmisión de conocimientos y sabidurías, no tiene que darse el análisis y la comprensión del entorno sociocultural y las causas que lo explican, ni poder desarrollar un espíritu crítico, no es necesario que fomente el soporte mutuo, la colaboración entre iguales o el compromiso comunitario…, y en última instancia, no es necesario que sea democrática porque no ha de ser política.

Las subjetividades de esta nueva escuelaempresa tienen que ser trabajadores puramente individualistas, emprendedores, flexibles, digitales, autogestionados emocionalmente, de éxito, hiperproductivos y obligatoriamente felices, dinámicos, consumidores, en crecimiento constante y, sobre todo, libres y apolíticos.

Es verdad que el capitalismo digital y el determinismo tecnológico, con el colchón que significa la imposición de la OCDE del trabajo competencial en las escuelas, han venido para cambiar el paradigma educativo. Concretamente, para destruirlo.

Y en la comunidad educativa[3] nos quedan dos opciones: o recuperamos el significado de escuela o dejamos de llamarle escuela. Y tendremos que decidir si enseñamos a ser persona o enseñamos a aguantar esclavitud.

Destacats

Recorred, como si de un supermercado se tratase, diversos centros de enseñanza que se muestran como productos en competencia

Estimadas familias, el Departamento de Enseñanza (ahora, Departamento de Educación) y las escuelas del territorio hemos decidido hacer omisión de responsabilidad y hemos entregado a Google el entorno de aprendizaje

La incorporación masiva de las tecnologías y el mundo digital sirven de palanca para acelerar un cambio metodológico de fondo que requiere ser alimentada

Hay una infinidad de innovaciones que provienen del mundo empresarial y que tienen por objetivo la obtención de productos en detrimento de procesos (sociales, culturales y cognitivos)

La llegada masiva de tecnología a la escuela ha implicado una privatización estructural del sistema al dictado de los grupos inversores: la educación es entendida como un bussines point center


[1]    En este artículo no trataremos del impacto de las tecnologías sobre los niños en su proceso de aprendizaje o las consecuencias sobre su salud mental.

[2]                Quizás suena muy contundente, pero podéis dar una ojeada al mapa de conflictos EJAtlas dirigido por ICTA-UAB o cualquier Observatorio de Empresas y Derechos Humanos, y comprobar la directa relación entre vulneraciones y empresas tecnológicas. También podéis buscar condenas por la violación de la protección de datos.

[3]                Hasta la última frase, no había nombrado al conjunto de la comunidad educativa. Claramente este artículo está dirigido a las familias. Ello no exime la necesaria reflexión, implicación y acción del conjunto de docentes de nuestro país, entre otros.

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