Para transmitir algunos hechos de la vida Aureli nos haría falta escribir un libro, pero sólo nos piden algunas pinceladas.
Todos sabemos que estuvo en Chile, donde vivió la dictadura de Pinochet, y que en los setenta regresó para encontrarse la de Franco (gracias a Dios, por pocos años).
Nos lo presentaron como un curilla con su sotana, lleno de humildad, sencillez y muy austero en su forma de vivir. El barrio Riera de Cornellà quedó prendado por su gran humanidad y trato hacia las personas, sin mirar ideologías, ni religión. Queríamos y respetábamos todo aquello que sonaba a Aureli y cómo quedaba lo que decía.
Era “el cura de la moto”, pues siempre visitaba a los mayores y enfermos: donde estaba la moto, allí estaba Aureli, incluso en la mente de las personas y sobretodo de los jóvenes. Esa moto era intocable.
Aureli era un cura muy diferente a los que por aquellas fechas teníamos en nuestra diócesis. También tuvimos la gran suerte de contar con García-Nieto en Cornellà. Nos llenó e introdujo en ACO: éramos miembros de la comunidad que por amistad formó en el barrio de Riera, donde el grupo de curas en que estaba García-Nieto formaban otra iglesia en Cornellà.
A Aureli lo asignaron a nuestro barrio y ahí empezó su labor: aparte de la eclesial, llegamos a sentirnos amigos, viviendo el día a día con los vecinos y sus luchas. Estaba cercano a las personas más pobres y cuando organizábamos manifestaciones para obtener servicios, Aureli estaba allí.
Por su actitud, los vecinos lo sentían muy cercano. Tenía muy claro el amor grande a la clase obrera y supo influir en nuestras conciencias. Una parte de la sociedad sufría las injusticias del capital y nos animó en el despertar del letargo de rezos y liturgias, para vivir la conciencia de clase en las luchas obreras, donde tanto se pisoteaba a las personas, en su dignidad.
Aureli, buscaba a militantes que ya llevaban años en ACO: Manoli, los Ribas, Juan Estrada y su mujer, Carmelo y su mujer, y otros más.
Su humanidad, sencillez y austeridad, su forma de vivir la fe eran un estímulo para levantar nuestra fe, militancia y amor a la clase obrera. Durante casi 30 años ha sido nuestro consiliario, el soporte y columna de nuestra fe. Hemos sido testimonios, aunque la iglesia no lo diga, que fue un SANTO OBRERO Y CURA.
En su enfermedad siempre estaba el pedir perdón y que era un consiliario más, pero para nosotros era un auténtico testimonio de fe y amor profundo a la clase obrera. Viéndolo tan enfermo, los miembros del grupo al hacer revisión de vida salíamos fortalecidos para seguir en la lucha obrera y en el amor, hacer mejor y con amor las acciones de cada uno en su día a día.
Con el testimonio de San Aureli ha quedado sellada nuestra fe y amor a nuestro movimiento y al mundo obrero.
Rosario y Andrés. Grupo Riera