Que el Señor te bendiga y te proteja;
que el Señor te mire con agrado
y te muestre su bondad;
que el Señor te mire con amor
y te conceda la paz (Números 6,24)
Evangelio Lc 2,16-21 «Fueron corriendo y encontraron a María, a José y al niño acostado en el pesebre. Al verlo se pusieron a contar lo que el ángel les había dicho acerca del niño, y todos los que lo oían se admiraban de lo que decían los pastores. María guardaba todo esto en su corazón, y lo tenía muy presente. Los pastores, por su parte, regresaron dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían visto y oído, pues todo sucedió como se les había dicho. A los ocho días circuncidaron al niño y le pusieron por nombre Jesús, el mismo nombre que el ángel había dicho a María antes de que estuviera encinta.»
¿Qué hemos visto nosotros con nuestros propios ojos? Ojalá si hemos procurado contemplar con la mirada interior del corazón. El año que ya ha terminado ha tenido de todo. El nuevo año es como si nos regalaran una libreta nueva, en la que podemos anotar lo que vamos viviendo descubriendo la presencia salvadora de Dios en nuestras vidas. Ya somos lo suficientemente mayores para saber que, tal vez, no cambiará tanto nuestra existencia. Ya sabemos que más o menos todo seguirá por un estilo como hasta ahora, como tantos años vividos... Lo que sí podemos proponernos es cambiar de perspectiva. Sí que podemos crearnos interrogantes, que como anzuelos, nos ayuden a pescar dentro de la monotonía, un año más, de nuestra vida. Y quizás podremos asumir la monotonía sin amodorrarnos. Hay que mantener los oídos atentos, los ojos abiertos para descubrir, en lo que ocurre a diario, la brizna de Esperanza. La posibilidad de nueva vida. La palanca para conseguir el cambio, la transformación de nuestra pequeña historia y quién sabe si también, la transformación de la vida del conjunto de las personas. Hagamos un repaso: mantenernos nómadas (los y las pastoras van y vienen... no paran quietos). Aunque parezca que ya no hay quien nos mueva de nuestros principios, de nuestras coordenadas, de nuestras convicciones conseguidas a base de años. Dejarnos sorprender por lo que parece igual que siempre (un padre, una madre, una criatura...) una guerra, unos muertos, unas desigualdades, unos ricos más ricos, unos pobres más pobres... Ver, pensar, actuar no dejarnos guiar por lo que dicen, por lo que nos llega que han dicho unos que han escuchado a otros... ver con nuestros propios ojos porque hemos sabido estar en el lugar oportuno, en el momento oportuno. Y compartir desde la experiencia, no cuentos de hadas, sino vida vivida en plenitud. Volver a la sensibilidad de las personas que se admiran, que vibran, que no pueden mantenerse mudas y deben proclamar: ¡Dios hoy también hace cosas grandes! Como María, ojalá, durante este nuevo año, conservemos los acontecimientos y las personas en nuestro corazón y procuremos dar con el quid de la cuestión, las lecciones de la vida que nos orientarán en la búsqueda de la FELICIDAD personal y colectiva.