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Oración por nuestro mundo dolorido

Marzo 25/Joan Andreu Parra/

Señor,
a ti venimos en estos momentos oscuros y duros. 
A ti venimos a explicarte el dolor y la muerte 
que causa la pandemia que diezma a nuestros pueblos. 
Y ponemos en nuestra boca las palabras del salmista: 
“Di al Señor: Tú eres mi refugio, 
mi baluarte, mi Dios en quien confío

Él te librará… de la peste asoladora… bajo sus alas te dará cobijo… 
No temerás el terror de la noche… ni la peste que surca la niebla, 
ni la plaga que devasta a pleno día” (Sal 91,2-6).

Señor,
en ti confiamos en estos momentos 
en que tantos hermanos y hermanas nuestros, 
tan débiles, viven en sus carnes 
el dolor de la Pasión y Muerte de Jesucristo, tu Hijo. 

Señor,
a ti venimos para darte gracias 
por tantos hermanos y hermanas nuestros 
que ponen al día la Resurrección de tu Hijo amado,
entregándose con todas sus fuerzas para aliviar tanto dolor. 
Te damos gracias por todos los profesionales de la medicina, 
por todos los que trabajan en los hospitales, 
por los que cuidan a sus ancianos enfermos en los hogares, 
por los padres y abuelos que, con paciencia, 
explican a sus hijos pequeños esta situación. 
Por los jóvenes que maduran asumiendo esta experiencia,
y sacan de ella consecuencias de futuro. 
Te damos gracias por todos los empleados públicos 
y funcionarios de nuestros países y ciudades
que nos hacen más llevadera la vida y la convivencia. 
Te damos gracias por los trabajadores que hacen 
que funcionen los transportes públicos, 
que haya medicamentos en las farmacias 
y alimentos en las tiendas y en los mercados. 
Y te damos gracias por los trabajadores y trabajadoras
que nos facilitan la vida en estos tiempos de reclusión, 
y por los que siguen trabajando desde sus casas. 
Sí, te damos gracias por tantas muestras de solidaridad 
y por la responsabilidad y seriedad
con la que tantos ciudadanos afrontan esta realidad tan difícil.  

Señor, 
nos da miedo el futuro, y las consecuencias económicas 
que se van a derivar de esta pandemia 
que está afectando a tantos y tantos países.  
Nos preocupan los puestos de trabajo que se van a perder,
los trabajadores y trabajadoras 
que verán conculcados sus derechos laborales, 
o que verán reducido su poder adquisitivo, 
los pobres y empobrecidos 
que tendrán que recurrir a los servicios sociales, 
los pequeños empresarios que tendrán que empezar de nuevo.

Señor, 
también nos preocupa 
la situación económica mundial de los próximos años. 
Ayuda a los expertos en economía a encontrar salidas 
viables y solidarias para el conjunto de nuestros pueblos, 
especialmente de los pueblos más pobres 
y con menos medios para superar esta situación. 
También te presentamos los campos de refugiados, 
y todos los que malviven en ellos. 
Señor, tu conoces sus precariedades. 
No permitas que esta pandemia pueda llegar a cebarse 
en ellos, los más pobres y abandonados,
ni en los sin techo que viven en nuestras calles,
ni en los presos confinados en nuestras cárceles.  

Señor, 
te pedimos por nuestros gobernantes. 
Haz que tengan la sabiduría que viene de ti 
para que acierten en las decisiones que tomen, 
y que sean sensibles al dolor de tantas familias 
que sufren la enfermedad o la muerte 
de sus seres más queridos. 
Que no tengan intereses espurios 
y que solo los mueva el servicio desinteresado.  

Padre,
te pedimos por todos los difuntos de esta pandemia. 
Acógelos en tu abrazo amoroso y tierno 
de madre cariñosa con entrañas de misericordia. 
Que descansen en tu paz 
y que gocen de tu presencia para siempre. 
También te pedimos por sus familiares: 
dales tu consuelo y tu cariño para que, 
después de esta prueba tan dura, 
vuelvan a mirar la vida con esperanza.

Padre, 
finalmente te pedimos por nosotros. 
Haz que esta experiencia tan difícil  
por la que ahora pasamos la sepamos aprovechar 
para que en el futuro vivamos la vida con sentido, 
para que sepamos rechazar todo lo que es superfluo, 
para que hagamos nuestra 
la experiencia salvadora de tu Hijo Jesucristo 
y así, conociéndolo, amándolo y siguiéndolo 
como discípulos que quieren vivir su Evangelio, 
cumplamos tu voluntad de que nuestro mundo 
sea de verdad el Reino que tú has soñado para nosotros. 

Amén. 

 

Josep Jiménez Montejo
Consiliario del MTCE
24/03/2020