Para los componentes del grupo de RV de ACO, José Antonio siempre fue una persona muy especial. Era servicial, responsable, respetuoso, austero, necesitaba poco para vivir. Pero sobretodo lo era por su humildad, su sencillez y su sabiduría. Era un gran conocedor e interpretador de la biblia. Siempre tenía la respuesta ante alguna lectura difícil de interpretar. Persona de pocas palabras pero acertadas, como si las hubiera reflexionado antes de decirlas. Con una firme fe en Dios. Una fe vivida con una mente abierta lo cual le proporcionaba una gran libertad de pensamiento. En él no cabía el Dios ampuloso, juzgador o justiciero. En su fe solo cabía el Dios del perdón y del amor. Muchas veces decía que en arameo, que era la lengua de Jesús, ABBA quería decir “papaíto” y que eso se acercaba más a la idea del Dios padre del que hablaba Jesús.
Su manera de ser hacía que las cosas fueran sencillas. Solía decir: “Cuando tengas dudas de qué camino coger, y tienes que decidirte por uno, elige el del medio”; “Tú cada vez que haces algo por los demás, estás haciendo lo que Dios quiere. Porque Jesús dijo: ‘Por sus obras los conoceréis’”. Respondía después de haber comentado sobre la fe con alguien que no la tenía. Con frecuencia explicaba sus vivencias, sencillas pero grandes a la vez, vividas allá en su pequeño pueblo salmantino de Morilles.
“Anda, pues bien te la podías haber puesto antes”. Contestaba la inocencia de un niño cuando de broma les dijo que la gorra la llevaba para que no se le cayera el pelo. Como bien sabéis, él era calvo. Le gustaba explicar las anécdotas vividas con ellos.
No solo su familia y amigos hemos perdido a José Antonio, también lo han perdido los niños del “Centre Obert”, a los que con tanto cariño y paciencia trataba de enseñarles debido a sus dificultades en el estudio.
Demos gracias a Dios y a la vida por haber puesto en las nuestras a una persona como él.
Grupo Pomar