¡Qué dura ha sido tu muerte, Ramón! Aunque ahora, que han pasado unos días, parece imposible que no estés. Un inmenso vacío acompaña tu recuerdo. No era hora de irse, lo dice todo el mundo. Pero, ¿cuál es esa hora oportuna en la que una persona desaparece del mundo? Para los que la queremos, nunca es la hora.
Nos has dado un ejemplo como nunca, asumiendo tu enfermedad y preparándote para la muerte. Adentrarte en la oración, en la meditación, en el silencio, en la contemplación. Cuántas revisiones de vida compartidas con nosotros, a partir de tus vivencias y las de Paquita. Recuerdo como preparamos en casa el receso sobre la muerte que hicimos en Castellterçol. De una manera u otra te hemos acompañado en todo este largo camino: con miedo, con respeto, con silencios, con mucha estimación. Tú como todos nosotros hemos crecido y madurado en este camino.
En tu casa hay lo que en gran parte fue tu mundo: libros, fotos, música, mapas de excursiones... todo en su lugar de siempre. Sigue como si tú también estuvieras, como si hubieras marchado para un viaje de estudios, una temporadita fuera. Pero, cada día, el vacío de tu ausencia es más impactante y sentido por tus queridos: Paquita, Andreu, Xavier, Mariona.
Hoy nosotros, como grupo de ACO, también sentimos tu ausencia y presencia a la vez. Has dejado un surco muy profundo y largo en todos nosotros. No sólo por las revisiones de vida compartidas, sino por tantos ratos de amistad vividas alrededor de la mesa, por tantos caminos fresados por las montañas, por tantas veces que unimos las voces contigo para cantar a Dios, a la vida, a la naturaleza...
Nunca acabamos de aprender que la muerte es un hecho de todos los días. Lo sabemos, aunque, normalmente es de otros. Cuando nos toca cerca viene el desconcierto, el rechazo, quedamos como parados sin poder decir ni una palabra. Y si, como ahora, es una persona querida, amiga, llena de simpatía, de sabiduría y de vida, un dolor muy profundo nos invade, nos hace llorar y pone un muro a cualquier palabra de consuelo.
No somos nadie para juzgar, oh Dios, Padre querido. Sería una estupidez absurda. Ya sabemos que Tú no envías el fin de la gente o las enfermedades y accidentes. Pero, hoy, en la oración queremos compartir contigo nuestro dolor, esta turbación angustiosa de que Ramón haya marchado. Somos muchos los que lo lamentamos, los que quisiéramos volver a escuchar su voz, y a ser mirados por sus ojos. Inútil. Nunca más en esta vida. Quizás ahora nos damos cuenta de qué tesoro teníamos y, por eso, ahora, es cuando nos disponemos a proteger y guardar este tesoro en nuestros corazones.
Recoge, Señor, estas lágrimas. Si pudiéramos físicamente experimentar su presencia apoyaríamos nuestras cabezas en Ti, Padre nuestro, y sentirías humanamente como sufrimos por el traspaso de Ramón, que tanto se hacía querer. Lo estimamos ahora también, y más que nunca. Ahora en Ti. ¿Dónde, sino, lo podríamos reencontrar?
En estos momentos nos llenan de paz y serenidad las palabras de Jesús: "Que vuestros corazones se serenen. Creéis en Dios, creed también en mí. En casa de mi Padre hay lugar para todos. Voy a prepararos estancia. Y volveré y os tomaré conmigo, para que también vosotros estéis donde yo estoy" (Jn 14, 1-3).
Que su muerte haya sido este encuentro con Jesús, tu Hijo, que lo ha llevado a Tu casa para siempre.
Líbranos de todo mal. Amén.
GRUP POBLENOU III
Nota de la redacción. Adjuntamos el libreto que Ramon Companyó prepararó para su celebración de despedida. Gracies a Paquita por darnos permiso para publicarlo: http://acocat.org/sites/default/files/llibret_comiat_ramoncompanyo.pdf.