En 2019 la Zona de Madrid se planteó acoger a personas que tenían cerca en el trabajo, en el colegio, en el barrio… atajando las dificultades para salir a su encuentro por los propios agobios vitales. Precisamente así, surgió la idea de ofrecer una revisión de vida abierta a estas personas, como compromiso del actuar de una Revisión de Vida de uno de los grupos de militantes.
Era lo más consecuente tras comprobar que «en las Revisiones de Vida y Estudios de Evangelio que hacemos, aunque a veces reproducimos valores del sistema (individualismo, superficialidad…), nos ayudan a resituarnos y a mantener la tensión y colaborar al proyecto que Dios Padre/Madre tiene para nosotros. Observamos en nuestro entorno la necesidad de tener unas relaciones más profundas, de disponer de espacios de escucha y acogida y de encontrar alivio y esperanza en el Evangelio. La herramienta de la RdV claramente ayuda a poner en diálogo fe y vida», explica Silvia. Para arrancar esta primera Revisión de Vida Abierta, hicieron un listado de antiguos militantes de la JOC, un antiguo equipo en iniciación, compañeros de trabajo… a los que se ofreció.
Hasta el momento llevan celebradas siete ediciones de RdV abierta. «Estamos saliendo de la zona de confort con el objetivo de llegar a otras personas y posibilitar esta experiencia tan enriquecedora de revisar nuestra vida desde la fe. Además, descubrimos que otras personas también se sienten en misión, pues hay invitadas que animan a otras y, por lo tanto, es un círculo que se va abriendo cada vez más. Es aquí donde descubrimos que el Espíritu está trabajando y que ya no depende de nosotras», subraya Toñi. Esta militante también apunta que la RdV abierta «nos supone una experiencia humana preciosa y profunda. Estamos poniendo nuestra vida en la mesa ante gente que no nos conoce. Esto se refleja en la alegría y el agradecimiento de la gente cuando acabamos. Experimentamos que el Espíritu está presente y nos hace sentir una conexión de hermandad».
En lo que se refiere a las dificultades se anota la continuidad en el seguimiento de las personas invitadas; el identificarse como militantes obreros y cristianos y perder el miedo a aceptar el no como respuesta (es más fácil llegar a gente que tiene alguna conexión con la fe); la visión de una posible competencia por parte de las parroquias; la diversidad de la gente que participa hace que cueste centrar cada parte de la RdV y la gestión de los silencios cuando el formato es online. «También nos falta formación para dinamizar la RdV, sobre todo en el Juzgar, y aportar textos apropiados. Nos encontramos que cada vez hay grupos más numerosos y es difícil asegurar la participación de todas. En definitiva, lo difícil es adaptar el método a la participación sin perder las claves de la RdV», comparte Maribel.
Para Noe, las claves de la RdV abierta son «que se trata de una herramienta que nos ayuda a abrir procesos con personas de nuestro alrededor y a escuchar sus gritos silenciosos. Se trata de una aventura creyente donde sentimos que es el Espíritu quien está soplando. Esta experiencia —ilusionante, alegre y laboriosa—, nos hace sentir mayor sentido de pertenencia al movimiento y a una Iglesia misionera y obrera, al lado de los pobres. Vemos cómo va creciendo en nosotros la necesidad de irnos alimentando y así conocer más el Evangelio, la esencia de la RdV, las encíclicas del Papa, la vida de las personas empobrecidas… Esta experiencia exige reflexión, contemplación y celebración».
Tal y como asegura Maribel, la RdV abierta «es una ola que no sabemos dónde llegará, esto está en manos de Dios. Creemos que es importante generar procesos en el tiempo, que generen comunidad, como dice el papa Francisco en Evangeliï Gaudium. Estamos disfrutando de este proceso y los frutos los iremos viendo o no, no nos preocupan los resultados a corto plazo. Lo cierto es que esta ola nos ha dado impulso a la diócesis (más militantes implicados y de los propios participantes) y falta que se den procesos más naturales con personas de nuestros entornos.»